domingo, 9 de marzo de 2014

POEMAS DE ALVARO NEIL FRANCO/ DE SU MÁS RECIENTE LIBRO.




 Foto dee Julio César Correa


GAITA HEMBRA PARA LUIS MIGUEL SALCEDO CASTELLAR

También cantaba el Juan Polo, al amanecer el día.
Y aunque me miraba solo, con eso me entretenía.
Andrés Landero

Los huesos se me vuelven espuma
cuando tu gaita siembra
con arco iris mi cintura
y tus manos sobrevuelan
mis Montes de María
Ah, Luis Salcedo
tu voz es una ciénaga
que susurra manglares
en mi ombligo
Tu voz
enjambre de abejas africanas
que tejen mi rosa de los vientos
mientras mi aire siga siendo
la candela que despiden tus ojos
jamás se apagará
este canto de pava congona
donde trenzamos
nuestro pasado de cardón.



CAMINANDO LAS CALLES DE BUKOWSKI


Un poema es una ciudad
si su vuelo es iluminado
por el agua de las cloacas
por la barba donde los indigentes
amarran el hambre y la basura
por las serenatas de piedra
que los locos
le regalan a las ventanas
por los postes fundidos de soledad
que los perros
le disputan a los borrachos
por la piel que los amantes
cuelgan de las terrazas
como banderas de una carnicería
Un poema es una ciudad
si su rostro con aretes de luna
abre las piernas a los cuchillos
que florecen en el arrabal.


YO TAMBIÉN SUBÍ A LOS PAYOS NAIRO QUINTANA


Que te llenas el corazón de pájaros
para trepar hasta las lágrimas
y calientas los sueños
con una flor morada y amarilla
donde cabalgan las manos de tus padres
tú que enamoras montañas
con la danza de tus pedales
y abrazas con tu paso
los muñecos de nieve
y le sonríes al sol rojo
que juega con los árboles
que nunca has dejado atrás
la corona de frailejones
con que adoras
las nubes que atraviesan
el cielo de los páramos
que siempre llevas contigo
los jardines colgantes
y una virgen morena
donde brilla la gloria
de los escarabajos.



DESPIDIENDO AL PINAR

En un pinar de Honduras vigorizó el aliento.
        Porfirio Barba Jacob

Con el derribe de los pinos
se llevaron el  cielo
donde los pájaros guardaban
los sueños de la infancia
la sombra donde mi padre
calmaba la sed de los recuerdos
la escritura encarnada
donde el amor nunca murió
el concierto de cigarras
despidiendo la tarde
la cintura del cosmos
girando relámpagos de sol
en la soledad
que acompaña mis brazos
la brisa vestida de atarraya
lloviznando la paz de los nicuros
el mar de siete colores
que vivía en las hamacas
y en cuyo oleaje
trepábamos hasta el infinito

el silencio
que me enseñó a escuchar
la voz de los abuelos
que nunca conocí



ROLLING STONES

Con las piedras arrojadas
contra mí
he construido los muros
de mi casa.
Anise Koltz

 ¿Qué parte de la casa son las piedras que sostienen las puertas?, ¿El aire que no deja caer el andamio de las conversaciones?, ¿El instante en que la puerta sueña con volverse ventana?, ¿Polvo que se apea de los caminos para sumarse a nuestro polvo?, ¿Lomo azul que los niños acarician, para apaciguar el agujero que devora los días?, ¿Memoria que extraña los caballos que se fueron a viajar en la sábila? ¿Lunas del otro lado a las que los perros no dejan de batirle la cola?, ¿Celacantos danzando un traje de luces que sale bien con el silencio?, ¿Sueños redondos que sueñan eternamente en los linderos donde vive la muerte? ¡Con todo lo que son y nunca aparecen en las fotografías!



BALADA PARA CARLOS FAJARDO II


Pero tú siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en tí, pensando en tí,
como ahora pienso…
             José Agustín Goytisolo

¿Por qué será que a los poetas siempre se nos marchan las casas? Sobre todo esas casas blancas pegadas a nuestro rostro con saliva y palabras, ¿por qué nos vamos  quedando sin quien se nos siente en las piernas para libar un aguardiente, sin quien nos pinte la fachada con canciones antiguas que no pasan de moda? Sin cajas de fósforos ni baldosines que resistan la creciente de nuestros abrazos, los altares de  humo con que le rendimos homenaje a la diosa de los amores idos: balada mía, balada nuestra de los sesenta y los setenta: ya ni siquiera soy una pared -nostalgias de Leo Dan que no me dejan-, apenas un muro al que le hace falta la voz de una guitarra española, que se me colgaba como una buganvilla, hasta convertirse en la única sombra que paseaba sus fiestas de guayacán, sus rumbas de chiminango, por estas piedras vagabundas de río que siguen corriendo hacia la infancia. Piedras que a pesar de su constante demolición poética, se siguen amontonando para cultivar amistades y versos. Cantos rodados cuyo destino es navegar por esas heridas de sol que nacen en una ventana del 57 y se ocultan en el silencio de unos pasos que le preguntan a los árboles: ¿Cuándo regresan con el patio las hormigas que un día nos compartieron el amor?













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